Érase una vez , un corazón joven y hermoso que no sabía dar besos, - " Los tengo que fabricar"-, decía, dando largas, cuando le pedían uno. El contacto le incomodaba, los abrazos le parecían cosas de niños o de ancianos.
- " No dar besos no significa que no sienta amor hacia las personas"- se justificaba.
El corazón niño daba besos de vaca a todos los corazones que veía, incluso aunque no los conociera.
- " Es mejor lamentar los besos que has dado de más, que los que no has dado nunca"- , decía el anciano.¡ Qué sabrían ellos! . Uno , no había vivido aún; el otro , había vivido demasiado.
El corazón joven lo tenía todo, experiencia y toda una vida para disfrutar de ella.¡ A ver! ¿ Para qué necesitaba él los besos?.
Un día llegó un invitado no deseado. Se llamaba Coronavirus, quitaba la fuerza y la energía a los corazones , sobre todo a los ancianos , y los besos y abrazos lo hacían más fuerte. Había que quedarse en casa , evitar el contacto con otros corazones , era la única manera de hacer que el enemigo no viera a nadie y así desapareciera.
El corazón joven se desmoronó. No por los besos, sino por la falta de libertad para darlos, para salir a disfrutar de la vida que le quedaba, para volver a reírse de la falta de experiencia de los niños o el exceso de ella de los ancianos.
Durante aquellos días , muchos en realidad, tantos que se escapaban de los dedos, el corazón joven pasó por todas las emociones: miedo, tristeza, enfado...incluso euforia y alegría, pero que sin remedio volvían a traer el miedo , la tristeza y el enfado. Le preocupaba que el corazón niño no pudiera salir. ¿ Qué haría sin su optimismo?. Le preocupaba que el corazón anciano saliera y cayera enfermo. ¿ Qué haría sin sus consejos?
Pero ocurrió algo...
Se paró a observar y vio, que el corazón niño aceptaba alegremente quedarse en casa , que buscaba una y mil veces la forma de sustituir los besos de vaca por bailes de tiburones, recetas con mucha harina y manualidades con rollos de papel higiénico.
- " Cuando el Coronavirus se vaya, vamos a ir a la playa, a una fiesta con tiovivos y a abrazar a todos los demás corazones"- repetía. Y nunca perdía la sonrisa.
El corazón anciano , aceptaba sereno quedarse en casa, y aún cuando era él quien más peligro corría, repetía una y otra vez,- todo esto pasará , volveremos a abrazar a todos los demás corazones"-
Y nunca perdía la sonrisa.
Y , así el corazón joven comprendió que la vida está hecha de pequeñas cosas: el ritmo de un latido, el calor de un beso, la fuerza de un abrazo. empezó a tomarse en serio los consejos del corazón niño y del corazón anciano, a aprender de su experiencia, de su manera de ver el mundo. empezó a aplaudir todos los días al resto de los corazones. empezó a echar de menos el contacto de su familia, amigos y vecinos.
Entendió por qué el corazón niño y el corazón anciano daban tanta importancia a los besos y abrazos. Y entendió por qué nunca perdían la sonrisa: no importaba cuanto tiempo tuvieran que quedarse en casa, solo importaba que pudieran volver a darlos a todos esos corazones que ahora tanto echaban de menos.
Volverían . Los besos volverían.
Y el corazón joven se prometió , que aprendería a darlos...por todos los besos de corazones niños, jóvenes y ancianos que habían quedado sin dar todos aquellos días.
Y colorín , colorado, este cuento ...aún no se ha acabado.
Se acabará cuando volvamos a abrazarnos.😘😍
Podéis ilustrar este cuento , Vera ya lo ha hecho
Gracias, Raquel y Vera. Una historia preciosa, la ilustración muy molona.
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